Vamos a retorcer nuestras mentes e intentar sacarle todo el jugo posible devanando nuestros sesos en este efímero intento por dar una mirada un poco diferente a una pregunta tan antigua como la humanidad misma, el para qué de nuestra existencia, tratando de no caer en la trampa de aquellas ideas que se disfrazan de grandes pensamientos y que no hacen más que cualquier fuelle, que inflando vacían.
Vamos juntos, pues, a sumergirnos en tamaña empresa, y veamos si podemos sacar algo provechoso de aquí.
¿Qué es la vida?
La vida, según la biología, es aquello que distingue a los reinos animal, vegetal, hongos, protistas, arqueas y bacterias del resto de las existencias o realidades naturales, esto implica a aquellas existencias que cuentan con la capacidad de organización, crecer, metabolizar, responder a estímulos externos, reproducirse y morir; la definición fisiológica dice que un organismo vivo es aquel compuesto por materia orgánica (C,H,O,N,S,P) capaz de llevar a cabo funciones como comer, metabolizar, excretar, respirar, moverse, crecer, reproducirse y responder a estímulos externos; la genética nos dice que la vida es todo organismo capaz de evolucionar por selección natural; la termodinámica expone que los sistemas vivos son una organización especial y localizada de la materia, donde se produce un continuo incremento de orden sin intervención externa; según la religión judeo-cristiana, la cual se limita a dar explicación sólo de la vida humana, comprende a la vida (humana) como el paso que conduce al alma de la inexistencia a la plenitud eterna, un ejemplo de ello tenemos escrito en el Génesis 2:7: Entonces Dios formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente; el Budismo define a la vida como cada uno de los estados de reencarnación de los seres sintientes en el samsara (ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación); para la filosofía… bueno eso depende de qué filósofo o corriente filosófica quiera uno adoptar, por ejemplo para Aristóteles el significado de vida es el mismo, con algunas ligeras variaciones, de la definición de vida que da la fisiología y la biología; y así podemos seguir citando incontables definiciones más de La Vida hasta el hartazgo, desde las puramente positivistas hasta las más abstractas.
Si tomamos todos los conceptos de vida mencionados y algunos más que puedan estar dando vueltas por ahí, podemos reducirlos a 2 grupos (con alguna que otra excepción): los que vinculan la vida con el alma, es decir que separan al alma del cuerpo, y los que vinculan la vida con la materia, siendo cuerpo y alma una misma cosa.
Pero ninguno de los conceptos anteriores explica qué es en sí la vida, sino los factores que la componen, como el de la biología; o el proceso por el cual se obtiene la vida, como lo intenta explicar la religión judeo-cristiana. Pero, ¿qué es la vida en sí? ¿Cuál su esencia?, si acaso la tiene. Nadie ha podido dar con esta respuesta de forma concluyente aún, o al menos una que satisfaga a la inmensa mayoría (dejando de lado, en este caso, a los miembros ortodoxos de las distintas religiones). Algunas corrientes del pensamiento exponen que se trata de un fenómeno que la filosofía define como Emergencia o Surgimiento, es decir que el conjunto de partes que la conforman hacen a la cosa en sí, en este caso la vida, y que no puede reducirse a un valor menor que el total de sus partes constituyentes. Entonces, ¿si algo no cumple con los requisitos presentados para considerársele vivo, no lo está? ¿Pero cuál definición es la que debería tomarse como medida? Si tiene un dogma o creencia espiritual definida a la cual aferrarse, esta pregunta tal vez no le produzca tantos dolores de cabeza, aun así lo invito a replantearse esta cuestión en los términos que más le plazcan; pero si no está dentro de estos grupos, la pregunta puede ser abrumadora y desconcertante.
¿Puede la vida inteligente ser un error?
Si tomamos como base el principio de Emergencia antes mencionado, suponiendo que la vida no puede definirse sino como la propiedad de un sistema no reducible a las facultades o procesos que la componen, y la vinculamos a su entorno, veremos que la vida forma parte, al igual que los organismos no vivimos, de un sistema mayor, puede llamarse a este sistema de muchas maneras, según qué tanto uno desee expandirlo (planeta, sistema solar, galaxia, universo e incluso Dios), pero tomemos como sistema máximo al Universo, que en teoría es infinito y, por ende, abarca a todos los demás sistemas. Ahora planteemos la siguiente pregunta: ¿Es la vida indispensable para este sistema? La respuesta, empíricamente hablando, no puede ser sí, porque esto implicaría que el sistema en sí desapareciese, es decir que si la vida dejara de existir, el Universo como tal también lo haría, y sabemos al día de hoy, con la información con la que contamos hasta ahora, que eso no sucedería; por lo que se podría decir que la vida no es indispensable para el sistema mayor, el Universo. Pero qué pasa con los sistemas menores, como un planeta, nuestro planeta, por ejemplo. Ahí el resultado cambia, pues el sistema del planeta Tierra, llamado biosfera, tendría un cambio radical, por lo que aquí la vida sí tiene una inferencia relevante, no determinativa, pues el sistema llamado biosfera no desaparecería, pero si se vería tremendamente afectado (entiéndase por Biosfera a la capa constituida por agua, tierra y masa de aire, en la cual se desarrollan los seres vivos; y no al conjunto que forman los seres vivos con el medio en que se desarrollan). Entonces, si la vida es sumamente importante al menos para el sistema de la Tierra, ¿toda la vida que en ella se desarrolla lo es, o existente alguna que sea producto de un error? Porque si toda vida es igualmente relevante, no importa lo que ésta haga, nunca afectaría negativamente al sistema como tal, salvo que ésta sea su función, como la de una bacteria que enferma a su hospedador.
Creo que aquí es donde entra la vida inteligente, inteligente según los parámetros arbitrarios dictados por la humanidad. Porque, o es la vida inteligente un error en el sistema, o es un proceso dentro del mismo encargado de cambiarle radicalmente o ponerle fin. (No incluiré posibilidades de índole espiritual o metafísicas, no por desdén sino para no complicar demasiado un tema ya difícil en sí, dejando estos factores para ser tratados en otra oportunidad).
Como bien se puede observar, dentro de la biosfera cada organismo, por insignificante que pueda parecer, se relaciona con su entorno, se adapta a él, modificándolo en cierto grado, pero siempre funcionando con marcada armonía. En cambio la única vida inteligente que conocemos (nosotros) no se relaciona de esta manera. El humano no interactúa con su entorno buscando un equilibrio, sino que lo altera drásticamente, llevándolo incluso al borde de su colapso.
¿Para qué existimos?
Cada organismo acepta su lugar dentro del sistema del que forma parte, cumpliendo su función de manera intuitiva y sin titubeos. Pero, ¿cuál es nuestra función? ¿Será nuestra inteligencia la que nos nubla con incertidumbres impidiéndonos vislumbrar nuestra tarea?
Imagine a la biosfera como un automóvil, cada pieza dentro de su constitución es necesaria en mayor o menor grado para su óptimo funcionamiento, y cada una ejecuta su tarea como debe ser. De pronto una pieza, un engranaje, por ejemplo, adquiere un nivel de inteligencia diferente al de las demás piezas, y empieza a cuestionarse por qué está en ese lugar, se empieza a plantear si no será que todo el auto funciona para él, y no al revés, empieza a moldear conceptos como libertad o libre albedrío, y se pregunta por qué debe girar siempre en tal dirección, que es su derecho poder girar en la dirección en que mejor le cuadre; y así poco a poco va olvidando cuál era su función primigenia, empieza a modificar el funcionamiento del vehículo, y finalmente termina por ser la causa de su colapso.
O puede suceder todo lo contrario, que la función de la vida inteligente sea justamente ésa, la de dudar, la de cuestionar, la de generar el colapso de sistemas y crear otros nuevos, como un agente de cambio necesario en el macro-sistema, el Universo. En este punto es importante aclarar algo que se mencionó con anterioridad, y es que no se sabe a ciencia cierta la relevancia real de la vida a nivel cósmico, puesto que nuestra sola existencia altera su posible estudio, ya que es imposible aislarnos de su sistema para poder estudiarlo por separado (además de suponer que somos el único planeta que alberga vida inteligente, y que la Ecuación de Drake y sus nuevas variantes están erradas). Aunque, como ya se dijo, empíricamente hablando la falta de vida no debería alterar el orden del cosmos, la realidad es que a esto no lo sabemos con certeza.
Las puertas de las posibilidades siguen abiertas al día de hoy para la especulación y la indagación para aquellos que persiguen una respuesta, aunque probablemente no lleguemos nunca a hallarla.
Y usted, ¿ya tiene su teoría, o prefiere dejar el abanico de posibilidades abierto?