Estás a la deriva en un remolino caleidoscópico de colores y patrones brillantes. Entonces, pierdes el contacto con el final de tu cuerpo y el comienzo del mundo. Ya no puedes formar pensamientos coherentes. Entonces, de repente, abandonas la lucha. Un momento después, ya no estás. Lo único que queda es todo. La realidad no se detiene. Las sensaciones, los colores y los patrones siguen desarrollándose, iluminados por la luz de la conciencia. Tú desapareciste, y la existencia permaneció. Sin embargo, no hay rastro de división o sufrimiento. Sólo una totalidad perfecta y dichosa. Esta experiencia es precisamente la razón por la que la industria psicodélica está estudiando cómo la muerte del ego es terapéutica.
LOS ORÍGENES DE LA MUERTE DEL EGO
La muerte del ego es una experiencia ampliamente reportada que puede ocurrir cuando uno toma un psicodélico. Además, implica la pérdida completa del sentido psicológico de uno mismo. El término se introdujo en el discurso psicodélico en 1964 en un libro titulado “The Psychedelic Experience: Un Manual Basado en el Libro Tibetano de los Muertos”. Sus autores fueron Timothy Leary, Ralph Metzner y Richard Alpert, más tarde conocido como Ram Dass. El libro describe la muerte del ego como un estado de “completa trascendencia, más allá de las palabras, más allá del espacio-tiempo, más allá del yo”. No hay visiones, ni sentido del yo, ni bucles de pensamiento. De hecho, sólo hay conciencia pura y libertad extática”.
El libro tibetano de los muertos
Asimismo, el Libro Tibetano de los Muertos, que fue el tema de La Experiencia Psicodélica, se escribió para ayudar a la gente a navegar por el proceso de la muerte. Como texto budista tibetano, trata de los sistemas de creencias de esa religión en particular en torno al renacimiento. Informa al lector de que una vez que uno muere, pasa al bardō, otro reino que entra después de la muerte y sale cuando uno experimenta el renacimiento. Además, en La experiencia psicodélica, Leary y sus coautores presentan este proceso de muerte-renacimiento. El viaje intermedio en el bardō es una metáfora de un viaje psicodélico que implica la muerte del ego. Los autores trataron de reagrupar las enseñanzas en torno a qué esperar y cómo actuar durante el proceso de muerte natural. Así, lo aplicaron a los diferentes aspectos de la muerte del ego durante la experiencia psicodélica.
MEDIR CIENTÍFICAMENTE LA MUERTE DEL EGO
El concepto de la muerte del ego tuvo un gran poder de permanencia en la estrecha comunidad psicodélica, convirtiéndose en la corriente principal de la ciencia cuando se reanudó la investigación clínica con psicodélicos. En los últimos años, los científicos han construido escalas que utilizan para medir la presencia e intensidad de una experiencia de ego-death. Uno de los métodos de escalamiento más utilizados es el llamado Inventario de Disolución del Ego (EDI). La muerte del ego recibe muchos nombres: pérdida del ego, desintegración del ego, disolución del ego; todos ellos apuntan a la misma experiencia central y enfatizan diferentes aspectos de la muerte. Podría decirse que la disolución del ego -o experiencia extracorporal- es un término más adecuado para medir los niveles de pérdida del ego que el carácter de todo o nada de la muerte. El EDI requiere que los participantes respondan a ocho afirmaciones con la intensidad con la que reflejan la naturaleza de su experiencia. Entre ellas se encuentran:
Experimenté una disolución de mi “yo” o ego.
Me sentí uno con el universo.
Sentí una sensación de unión con los demás.
Experimenté una disminución de mi sentido de autoimportancia.
Experimenté una desintegración de mi “yo” o ego.
Me sentí mucho menos absorbido por mis propios problemas y preocupaciones.
Perdí todo el sentido del ego.
Toda noción de yo y de identidad se disolvió.
Con esta escala, los científicos pueden intentar cuantificar su inefable experiencia subjetiva. Algunos encuentran esta innovación emocionante, mientras que otros la consideran una tontería. A pesar de la imposibilidad de capturar realmente la experiencia, una balanza de este tipo permite llevar al laboratorio estas experiencias rompedoras para estudiarlas.
Diferentes tipos de yo
Dado que el yo es una construcción psicológica más que un elemento tangible, es lógico que sea complejo. Un aspecto central de la idea del yo es la propiedad del cuerpo. La percepción del propio cuerpo a través de los sentidos es una parte crucial del yo. Los investigadores llaman a esto el yo multisensorial o encarnado. Luego está la voz en la cabeza. La parte de ti mismo que cuenta historias y teje el pasado en una narración convincente, contando historias de lo que harás en el futuro. Este punto de vista se ha denominado “yo narrativo”. Algunos investigadores han propuesto que la muerte del ego puede no afectar a cada aspecto del yo por igual [1]. Es más, los individuos pueden acceder a diferentes tipos de muerte del ego a través de diversos métodos, como la meditación o los psicodélicos.
Conectividad y muerte del ego
Si se piensa en la realidad como una red, podemos ver lo que somos desde dos perspectivas. Por ejemplo, desde el punto de vista de los nodos, algunos individuos separados resultan estar conectados. Por otro lado, desde el punto de vista de Dios, sólo existe la red: los nodos no existirían sin ella. Durante una experiencia de muerte del ego, uno puede perder la perspectiva del individuo y percibir toda la estructura interconectada. Por lo tanto, la pérdida del ego aumenta la sensación de interconexión. Si el ego se disuelve sólo parcialmente, esto puede adoptar la forma de un yo conectado al mundo que le rodea, a los demás e incluso a partes de sí mismo. El investigador psicodélico Rosiland Watts ha argumentado que este aumento de la conectividad es el principal responsable de gran parte de los estados de curación psicodélica que puede provocar la pérdida del ego.
SEPARACIÓN: EL MECANISMO DEL SUFRIMIENTO
Buda enseñó a sus seguidores que el sufrimiento surge porque no vemos la realidad. Como resultado, nos aferramos a que sea de una determinada manera que no es. En última instancia, nos duele por la tarea ilusoria que nos hemos propuesto. Construimos imágenes de que las cosas son de una determinada manera, para siempre, y sufrimos cuando inevitablemente cambian. En el centro de este incómodo proceso hay una imagen de nosotros mismos, apartada del mundo. Es sólo una imagen, pero la tomamos como real. Nos tomamos a nosotros mismos como si estuviéramos verdaderamente apartados de la realidad y procedemos a entablar una lucha de ego. Si uno deja de aferrarse a divisiones de este tipo, puede ver a través de las ilusiones de separación y sufrimiento. Este proceso es lo que ocurre durante la muerte del ego.
Trauma, ansiedad y depresión
A lo largo de muchas generaciones, las civilizaciones han tenido que dedicarse a intentar separarse del resto del mundo. Como resultado, desarrollamos capacidades psicológicas para movernos en un espectro que va desde sentirse muy seguro y conectado hasta sentirse temeroso y desconectado. El miedo indica que no es seguro abrirse al mundo, lo que hace que nos cerremos a él en un intento de autoprotección. Este vacío de vulnerabilidad aumenta la sensación de separación, el sentido del yo y, como resultado, los sentimientos de sufrimiento. Las situaciones traumáticas nos empujan cada vez más hacia este camino. Como resultado, nos dejan con ansiedad crónica o desesperanza depresiva.
La autotrascendencia y nuestra inteligencia curativa natural
Las experiencias de autotrascendencia pueden conducir a estados temporales en los que no hay sufrimiento. De hecho, la autotrascendencia puede producirse al atravesar el concepto psicológico del yo a través del cual suele mediar el sufrimiento. Aunque estas experiencias de muerte del ego no duran para siempre, también pueden desbloquear la curación y el crecimiento a largo plazo. La vida tiene una tendencia homeostática o de equilibrio natural. Así, supongamos que nos cortamos, nuestro cuerpo sabe automáticamente cómo curarse. Esta sensación de recuperación es una característica esencial del cuerpo físico, pero también de la mente. Una vez que uno experimenta la autotrascendencia en un entorno seguro, suele estar más conectado con el mundo. Esta conexión abre un proceso que puede interrumpir las barreras psicológicas insanas con el mundo exterior y abrir la posibilidad de encontrar un equilibrio curativo con el propio entorno.
LA CURACIÓN A TRAVÉS DE LA MUERTE DEL EGO
Sin embargo, tu sentido del yo existe para mantenerte a salvo. Te hace sentir separado del mundo, impidiendo que te comportes de manera que pongas en peligro tu supervivencia. Sin embargo, puede apresarnos cuando se vuelve hiperactivo, atrapándonos en una dolorosa separación del resto del mundo. Esta cerrazón nos lleva a la ansiedad, la depresión u otras condiciones de salud mental, como la adicción y los trastornos alimentarios. Los estados de muerte del ego dan lugar a experiencias dichosas que suspenden el sufrimiento durante un tiempo. En consecuencia, el período de tranquilidad de la muerte del ego muestra a las personas que no tienen que estar atrapadas para siempre en la prisión psicológica que han creado. Hay otra manera de existir en el mundo. Al derribar las barreras de la separación, la muerte del ego nos permite aprovechar nuestra inteligencia curativa natural y nos lleva a una relación más sana con el resto de la realidad.
Referencias
1] Millière, R., Carhart-Harris, R. L., Roseman, L., Trautwein, F. M., & Berkovich-Ohana, A. (2018). Psicodélicos, meditación y autoconciencia. Fronteras de la psicología, 9, 1475.